La cultura de la deshumanización o la humanización desculturizada

Esta tarde, mientras volvía a casa en el tren, pude apreciar el desinterés generalizado de la mayoría social, cuando, al hablar un hombre por teléfono, contaba a su interlocutor la maravillosa tarde que iba a pasar con su mujer, ya que iba al teatro. Hasta ahí, bien. Pero todo se fue al traste al contestar a un intuido "¿qué vais a ver?" con un tajante "Ni idea, si es al teatro este al lao' de Sol, a ver una de suspense de la escritora esa tan conocida". Os traduzco a cómo sería la respuesta ideal: "Pues al Teatro Reina Victoria, que está al lado de Sol, a ver La Ratonera de Ágatha Christie"... 

Y todo sería más fácil. Pero no. ¡Vivamos del fútbol!

Porque está claro que fútbol y Teatro están, por desgracia, hoy por hoy, estrechamente relacionados, gracias a que hoy en día al teatro va cualquiera. 

Y cuando digo cualquiera, es CUALQUIERA. Sobre todo si el espectáculo está en manos de la productora Stage Entertainment España la cual ha decidido prostituir al arte en una visión repulsiva de lo que debería ser mágico, y no contenta con ello, ha decidido vomitar sobre las grandes producciones con un patético afán de lucro desmedido fingiendo una crisis que ellos no conocen y que tiñen con lágrimas de cocodrilo teñidas de rojo. 

Y es que, queridos, parece ser que ahora venden Teatro como si de un partido de fútbol se tratase. Y pido disculpas públicamente para quien me regaló esa entrada, con todo su cariño e ilusión, porque malentendió el sentimiento de repulsión y rechazo que sentí nada más sentarme en mi butaca, aunque verdaderamente las arcadas me aparecieron nada más entrar y ver a la gran mayoría del público con un gran bol de palomitas acompañado de un vaso de Coca~Cola, y es que, puedo pasar, por tradición, que se coman palomitas en el cine pero en el teatro creo que es escupir sobre la profesión, los actores y todos aquellos que pertenecemos al teatro. 

No contentos con hacernos escuchar el masticar de las pop-corns más crujientes de Madrid esta maravillosa productora ha decidido que los bebés pueden iniciarse en el teatro siempre y cuando paguen su entrada, pero no, el caso es que no fui a ver Los Cantajuegos, ni el fantástico Circo de Teresa Rabal. No. El espectáculo que en teoría fuimos a ver, a un costo de más de 100 euros por nuestras butacas (que es lo que podíamos permitirnos con la que tenemos encima), era El Rey León, El Musical. Una obra que no disfrutamos, gracias a los llantos incesantes de los lactantes que no solo no disfrutan de este tipo de espectáculos, sino que tampoco lo recordarán 10 minutos después de salir del teatro pero que si dejaran un mal sabor de boca a todos aquellos que íbamos con la ilusa intención de pasar una agradable velada de teatro al más puro estilo del londinense West End. Pero claro, todo se tiene que españolizar y convertir en un patético y casposo show y permitir el todo por el todo para llenar la saca, poniendo a la venta hasta el programa de mano.

Y el Teatro como fútbol o fútbol como Teatro, porque retomo la entrada anterior, de la tecnologización negativa, gracias a las relucientes pantallas de móviles que mostraban tweets relacionados sobre lo bien (o lo mal) que le fue a no se qué equipo por perder o ganar un partido que repetirán en dos días. 

Seguiré callejeando y deambulando por los teatros independientes, que al menos allí, la incultura no me molesta. 

SC

"Dos medias verdades no hacen una verdad y dos medias culturas no hacen una cultura".
Arthur Koestler

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